Entrevista a Antonio Pampliega

L’Antonio Pampliega va néixer a Madrid l’any 1982. És un reporter de guerra reconegut internacionalment per la seva feina en zones de conflicte i per la seva valentia per informar des de les àrees més perilloses del món. Des del 2008 s’encarrega de cobrir conflictes bèl·lics i crisis humanitàries. Ha estat a la guerra d’Iraq, Afganistan, Somàlia o Síria. De fet, l’any 2015, a Síria, ell i dos companys (Ángel Sastre i José Manuel López) van ser segrestats durant 299 dies per un grup d’Al-Qaeda. La seva experiència com a periodista de guerra ha generat interès no només en l’àmbit periodístic sinó entre tota la població. 

– Fuiste a la universidad con la idea de ser periodista deportivo, ¿verdad?

– “Así es. Yo estudié periodismo con la idea de ser periodista deportivo. Empecé en el año 2000 en la universidad y terminé en 2004”. 

– ¿Qué sucede durante esos años que cambias de idea y decides enfocarte en el periodismo de guerra? 

– “Lo que ocurre son los atentados del 11 de septiembre a las torres gemelas que cambiaron el mundo, Al-Qaeda y la guerra de Afganistán. Además de una master class que dio un fotógrafo iraní, que se llama Reza, en la universidad donde estudiaba. Trabajaba para National Geographic y nos habló de Afganistán, de los talibanes y de su trabajo como corresponsal de guerra. Me fascinó y durante los siguientes años seguí el trabajo de otros compañeros. Fue entonces cuando me di cuenta de que quería ser corresponsal de guerra y no periodista deportivo”. 

– ¿Cómo fue esa primera vez como informador? 

– “Viéndolo ahora con perspectiva, un poco locura. Apenas sabía hablar inglés y no sabía dónde me metía. Me tiré a la aventura sin tener nada acordado sin ninguna compañía y fui a Iraq durante dos semanas para hacer un reportaje sobre los GEO”. 

“La aventura y la experiencia de una zona en conflicto fascina, pero, por otra parte, ya no son los libros lo que estás leyendo, sino que estás en terreno y el miedo a que te ocurra algo aflora en tu interior. A pesar de que perdí dinero porque no conseguí vender muchas crónicas, valió la pena”. 

– ¿Qué es lo que te impactó al llegar a una zona en conflicto por primera vez? 

– “El primer golpe de realidad fue cuando los GEO me dieron por primera vez un chaleco y un casco antibalas nada más llegar al aeropuerto. Allí mismo me dieron instrucciones de seguridad por si recibíamos algún ataque. Al día siguiente, cuando amaneció, me di cuenta de que estaba en Bagdad, donde había atentados y sonidos de disparos constantemente”. 

“Pero algo que realmente me chocó fue cuando, un niño al que iba a hacerle una fotografía no me sonreía. Le pregunté por qué no sonreía a la cámara y él me respondió que no tenía motivos para hacerlo. Habían matado a su hermano en un atentado de Al-Qaeda. Entonces te das cuenta donde la guerra deja de ser una aventura y pasa a ser algo real”. 

– ¿Cómo es estar en un país en guerra? 

– “Depende de la guerra y de cuánto tiempo lleve el conflicto abierto. Afganistán comparado con Siria era muy diferente. Mientras estaba en Kabul (Afganistán), había atentados de manera puntual y podías hacer vida normal. Cuando me quedé allí a vivir iba al cine y salía a comprar. En cambio, cuando estuve en Siria eso era imposible. Estábamos bajo fuego de artillería todo el día durante toda la semana. Cruzabas una calle y no sabías si había un francotirador escondido en un edificio. Había lugares de Alepo donde no había una sola persona”.

– En Siria, ¿cómo os movíais para trabajar?

– “Lo que hicimos los pocos periodistas que estuvimos fue empotrarnos a una unidad militar de los rebeldes. Ellos ocupaban edificios enteros ya vacíos porque la gente se había ido. En Alepo, la casa donde estuvimos, cuando entramos encima de la mesa estaban todavía los platos con la comida. Había explotado una bomba y la familia que vivía allí cogió lo necesario y se fue”. 

– Fue en Siria donde por desgracia te secuestró un grupo de Al-Qaeda. ¿Había indicios de que pudiera pasar algo así? 

– “Un secuestro nunca lo ves venir. Sí que había indicios de que pudiera pasar. Dos semanas antes, Al-Qaeda secuestró a otro periodista prácticamente en la misma zona donde fuimos. Aun así, nosotros decidimos ir porque necesitábamos imágenes para un reportaje de los Cascos Blanco. Decidimos arriesgarnos pero nos equivocamos. Sabíamos el riesgo que corríamos. Al-Qaeda y el Estado Islámico tenían unidades militares en Alepo que buscaban extranjeros para secuestrarlos”. 

– ¿Mentalmente, cómo fue el secuestro? 

– “El secuestro mentalmente fue un infierno. Es lo peor que he vivido y mira que he visto cosas en la guerra, pero nada comparado con lo que es vivir un secuestro”. 

– ¿Cómo has rehecho tu vida después del secuestro? 

– “Con la ayuda de psicólogos y desde hace un año y medio de un psiquiatra. Es muy difícil. Hablo de mí, no de mis compañeros”. “Cuando salgo del secuestro entiendo que no necesito la ayuda de nadie porque me veía bien a mí mismo. Me creía Superman porque había conseguido salir con vida, pero durante los meses siguientes me volví una persona violenta, caí en la bebida… Me di cuenta de que no estaba bien cuando fui a una guerra otra vez y tuve miedo a que me volviera a pasar algo parecido”.

¿Por qué decides volver a estos países en conflicto sabiendo que te podía pasar algo parecido a lo sucedido en Siria? 

– “Tenía una cosa clara. Si algún día salía del secuestro, quería volver a cubrir zonas de guerra porque yo manejo mi vida. No voy a permitir que nadie, en este caso un grupo terrorista, mediante palizas o secuestros, me diga como tengo que vivir mi vida. Había que echarle valor a la vida. Por eso me fui, porque no podemos vivir con miedo. Si lo hacemos, ellos, los terroristas, son los que han ganado la partida y yo no estoy dispuesto”. 

“A día de hoy no cubro zonas de guerra porque yo lo he decidido y porque tengo una hija que es mi prioridad”. 

– ¿Siempre has trabajado como freelance? ¿Por qué? 

– “Sí, siempre. Desde 2008 que fue cuando empecé a cubrir zonas de conflicto hasta 2020, que fue mi último viaje”. 

“Ningún diario ni medio de comunicación me ha ofrecido trabajar en plantilla. Incluso cuando tenía el programa en Cuatro, ‘Pasaporte Pampliega’, trabajaba como autónomo y no para Mediaset”. 

“Tiene sus cosas buenas porque tú decides a qué países vas, qué temas haces o cuánto tiempo te quedas, pero también tiene su parte negativa. Básicamente, porque te lo pagas todo de tu bolsillo. Desde el billete de avión, la comida, los hoteles, etc. Entonces lo que ocurre es que pierdo dinero, mucho dinero, porque las guerras son muy caras”. 

– ¿Los medios de comunicación españoles pagan muy mal los trabajos de los reporteros de guerra, verdad? 

– “A mí me han llegado a ofrecer cero euros por una doble página en un periódico deportivo desde Afganistán. Los medios aquí en España pagan muy mal y las guerras son muy caras. A nosotros nos secuestraron porque no nos podíamos pagar una escolta. De hecho, mi padre siempre me ha dicho que yo no tengo una profesión, sinó que tengo un hobby muy caro”.

¿Cuándo estás en terreno, cómo filtras la información que hay en las redes? 

– “En terreno es muy complicado. Cuando estoy trabajando en esas zonas jamás uso las redes sociales. Los periodistas tenemos una figura que se llama fixer o productor local, que es la persona a la que confiamos nuestra vida. Él con su agenda de contactos, es el que tiene más información sobre los acontecimientos de la zona. Sabe dónde ir o donde no ir, con quien hablar y con quien no. Obviamente esa información no está en redes sociales”. 

“A la hora de hacer una crónica, filtro mi información siguiendo a periodistas que son fiables y que sé que la información es de primera mano. No me fío de páginas que no conozco, aunque tengan muchos seguidores”. 

– ¿Cuándo utilizáis dispositivos electrónicos, utilizáis algún método de seguridad para que no es geolocalicen o pueda peligrar vuestra integridad física? 

– “Cuando yo trabajaba no había tanta tecnología. Sí que es cierto que había compañeros que utilizaban teléfonos Thuraya. Unos dispositivos conectados a un satélite. Pero a estos si que los geolocalizaban”. 

“Marie Colvin, una periodista muy reconocida internacionalmente que trabajaba en el Sunday Times, la geolocalizaron en Homs, Siria, por el uso de estos teléfonos Thuraya. Le lanzaron dos cohetes y la mataron”. 

“Siempre he trabajado con líneas de internet seguras y nunca hemos utilizado los Thuraya, porque realmente conllevaba un riesgo muy elevado”. – ¿Desde qué empiezas a ser reportero de guerra hasta el día que lo dejaste, notaste la introducción de las nuevas tecnologías en el oficio? – “Hay muchísima diferencia. Los primeros años que yo trabajé en zonas de conflicto o tenías teléfonos Thuraya o era imposible enviar las crónicas hasta que no llegases a una base norteamericana o cruzases la frontera en el caso de Siria. Ahora en la guerra de Ucrania veo a mis compañeros en directo todo el día en Instagram u otras plataformas y claro, así es mucho más sencillo”.

¿Cómo contactáis con vuestro traductor o fixer

– “La primera vez que entré en Siria fue porque en una reunión del pueblo sirio, una mujer me puso en contacto con su marido que estaba viviendo en Turquía. Él y sus amigos nos podían meter por una zona de contrabando. Las primeras veces fue siempre así. Encontrábamos personas con alguna vinculación a España que tenían mucho interés en que los periodistas entrásemos al país para reportar lo que estaba sucediendo. En julio del 2012 cayó la frontera entre Turquía y Siria y tuvimos vía libre para entrar y salir”. 

– ¿Crees que desde la llegada de internet y las redes sociales, los trabajos de los corresponsales llegan con más facilidad a la audiencia? – “Llegan con más facilidad, pero también hay una sobreinformación. Ya no sabes de quién fiarte y de quién no. En la época más dura de los bombardeos en Alepo éramos 5 periodistas. El último informe de reporteros sin fronteras muestra que en la guerra de Ucrania ha habido casi 300 compañeros españoles”. 

– ¿Los civiles que sufren la guerra están dispuestos a comunicarse con vosotros o se muestran hostiles? 

– “Hay personas que colaboran con los medios de comunicación y hay personas que no están dispuestas a hablar con nosotros. Hay que entenderlos. Cuando estábamos en los hospitales de Siria la situación era realmente dramática. Nosotros nos acercábamos y preguntábamos si podíamos hacer fotografías, sobre todo si eran niños. En los hospitales eran muy receptivos a que nosotros hiciéramos fotografías porque ellos tenían la esperanza de que esas imágenes sirvieran para aturar la guerra”. 

“Los últimos años que estuve en Siria, la gente estaba realmente desilusionada. Tenían mucha esperanza en los medios de comunicación para que alguien interviniera. Lo comparaban con la guerra de Libia. Se preguntaban porque en Libia sí que había habido intervención internacional y aquí en Siria no. Pero no les vas a decir por qué ellos tienen petróleo y tú no tienes nada”. 

– Cuando era más pequeño recuerdo que en los informativos salían noticias de la guerra de Siria muy a menudo. Pero un día dejaron de informar sobre el conflicto. ¿Por qué, aunque la guerra estuviera en curso, se dejó de informar? 

– “Eso depende de la agenda que tengan los medios de comunicación. En la época más dura de los bombardeos en Alepo, julio del 2012, salíamos prácticamente todos los días. Era una masacre. Pero en septiembre, dos meses después, desaparecimos. Los que íbamos a menudo a Siria nos dimos cuenta de que cada vez era más difícil vender nuestras crónicas y reportajes. Es una cosa que no ocurre en la guerra de Ucrania. ¿Qué pasa que son diferentes? Somos racistas y nos importa menos un sirio que un ucraniano. También influyen los intereses que hay detrás. En la guerra de Siria está el intento de caída de una dictadura de más de cuarenta años. Detrás de la guerra de Ucrania, la invasión por parte de Rusia y que nos puede afectar a los occidentales económicamente”.

(Un jove revolucionari sirià alça un cartell on hi diu “Volem llibertat”. ANTONIO PAMPLIEGA)

“Es algo que no entiendo. Cuando estuve en Siria, veía a grupos yihadistas que se les llenaba la boca de decir que iban a atentar contra Europa. Muchos de esos yihadistas eran británicos, belgas, franceses o españoles que venían a entrenarse y a formarse como terroristas. ¿Dónde han habido atentados? En Inglaterra, Bélgica, Francia y en España. A lo mejor, si la comunidad internacional hubiese intervenido en la guerra de Siria, en Barcelona no hubiese habido un atentado”. 

 El conflicto ucraniano empezó en 2014, pero no ha sido hasta el 2022 que se ha mediatizado. ¿Por qué? 

– “La guerra de Ucrania empezó en 2014, aunque parece que los medios de comunicación han empezado a contar desde el año pasado. Yo estuve en 2014 en la zona del Donbass y los ucranianos ya estaban bombardeando. De hecho, uno de los motivos por los que no puedo entrar a Ucrania, es porque en un reportaje que hice para Al-Jazeera, el gobierno ucraniano considera que estoy faltando a la verdad y que estoy mintiendo. Según ellos, nunca bombardean zonas civiles, pero a mí me cayó una bomba a pocos metros de donde estaba”. 

“El conflicto empieza a ser mediático cuando interviene Putin. Ese es el detonante de porque ahora se habla de una guerra que lleva desde 2014”. 




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